Adentrarse en las profundidades del taller de Analcai, es como comprar un billete en una máquina del tiempo hacia la época de los sentidos. Caminamos entre virutas de madera que acolchan nuestros pasos mientras escuchamos el rítmico golpear de la maza contra la gubia y olemos las fragancias que emanan las mezclas, casi alquímicas. Alquimia que convierte, gracias a la minuciosa labor de los maestros artesanos, un simple trozo de madera en arte inmortal. Un antiguo proceso que comienza con el diseño de la talla y que continúa con el tallado de la misma en el marco, previamente encolado. El estucado o enyesado viene después. Siete manos, una tras otra, que alisan, pulen y miman la madera, dándole no sólo la forma perfecta para la “cama de oro” sino otorgándole casi alma, casi vida.
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